A los cuatro años mama decidió acercarme a lo que iba a ser durante mi vida una pasión. Se armo de paciencia y al poco tiempo ya recitaba cada cartel y nombre de calle que aparecía a la vista.
Leer el principito a los 8 años no fue tan productivo como leer la saga de Harry Potter. (Gracias a HP y al círculo de lectores del mismo conocí mucha gente muy importante en mi vida)
A los 15 me presentaron a Julio y me enamoré de él. De cada una de sus obras, sus cuentos; la coherencia, lo inexplicable, su forma sencilla y a la vez compleja de enunciar las cosas. En fin…
Suelo ser de esas que comienzan un libro y al poco tiempo lo terminan, y sino, simplemente lo dejo. No era su tiempo, ya lo volveré a empezar. (Ningún libro dura más de una semana en la mochila).
También tengo la manía de releer mis libros preferidos, hasta que se gastan, y se caen a pedazos.
Cada libro es importante. Son como tesoros. Son mi escape a TODO. Puedo meterme dentro de ellos desde el colectivo, mi pieza, el sillón de mi casa o tirada a la sombre de un árbol. Son el regalo perfecto. Por su culpa tengo que usar lentes y no me dejan otra alternativa más que vivir con, para, por y de ellos.
Hoy por hoy leo el diario todos los días. En este último tiempo conocí, aprendí a disfrutar de Silvina Bullrich, de Borges…lógicamente sigo con mis viejos aliados: G.G. Márquez, Cortazar, y tengo un extraño gusto particular por las obras de teatro.
Indefectiblemente, los libros, la lectura, la literatura, son mi vida y quiero seguir conociendo y creciendo junto a ellos.
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